"lo que te gustaria hubieran sido tus ultimas palabras"

Rei: Sky. Red, red sky. Red color. Red color that I hate. Water flow. Blood. The smell of blood. A woman that does not bleed. Made from the red soil are humans. Made by Men and Women are humans.
(Rei's monologue, also known as Rei's poem)
Neo Genesis Evangelion

sábado, 8 de enero de 2011

Oscuridad

Lupus Ignis
Lo primero que asimilé al regresar, fue la tibieza y suavidad de las sábanas de seda que me envolvían. Poco a poco, guiado por la familiaridad, fui recobrando las escurridizas memorias que revoloteaban inquietas en mi mente... la luz se acerca, un grito, la luz me envuelve... nada.
Un escalofrío me sacudió las vertebras.
Como una mariposa que recién llega al mundo después de su metamorfosis, fui redescubriendo mis brazos, mis piernas... y adjunto llegó también un escozor profundo, como predecesor de lo que parecía haber sido un dolor agonizante. A continuación el sonido comenzó a regresar a este mundo en el que no me había percatado de que faltaba.
--... no sabemos si...
-- ¡está despertando!
Pareció que la habitación entera dejó de respirar.
Animado por estas señales de que me encontraba, efectivamente, en el mundo de los vivos, decidí abrir los ojos para enterarme de quién se encontraba junto a mi cama. Sentí las lagañas despegarse lentamente y...
Nada.
Entrecerrando mis ojos en un intento de atravesar esta oscuridad aparentemente total, no logré mejora alguna.
Un sollozo resonó seco en la habitación.
--Qué...?
Me oí murmurar con la voz rasposa, mientras lentamente levantaba una de mis manos a mi rostro. Al tocar mis ojos tuve que alejarla de inmediato. Estaban abiertos.
Y la oscuridad no se iba.
Por un largo minuto, no comprendí que sucedía. La luz se había ido, mis ojos ardían, mi cuerpo temblaba, como si hubiera entendido lo que pasaba antes de que mi mente lo procesara.
--Por favor, mantenga la calma...
--no te preocupes aún, no sabemos... puede que no sea permanente...
Llegó de golpe, justo cuando las voces que me rodeaban desaparecían ante el monumental descubrimiento que tenía que asimilar.
No más luz.
El mundo daba vueltas a mi alrededor. Ni siquiera me di cuenta cuando las lágrimas frías y saladas comenzaron a brotar de mis inútiles ojos. Ciego.
--¡No!
Escuché que alguien susurraba, y en seguida estalló un grito desgarrador.
Me tomó un par de segundos darme cuenta que era mío.
Traté de levantarme de la cama, ignorando el mareo, el dolor y esfuerzo que esto implicaba.
Me sorprende haberme podido sostener por más de un segundo antes de que mis rodillas conectaran con el duro suelo de madera antigua. Manos y brazos no tardaron en hacer contacto con mi cuerpo, tratando de frenarme, de inmovilizarme, pero la adrenalina que bombeaba en mi sangre al parecer me dio la fuerza que nunca poseí, y así, tropezando, más a gatas que a pie, llegué a la esquina de la habitación.
Temblando aún, medio de frío, medio de terror, aprisioné mis piernas en un abrazo feroz, mientras murmuraba incoherencias.
No podía pensar en nada. Ni en mi situación, ni en el dolor, ni en las implicaciones de la ceguera... Solo pensaba, ¡no!, sentía el miedo. Como un millar de alfileres en el cuerpo, o centenas de hormigas en el estómago. El miedo me envolvía completamente, no había lugar para nada más. Y la oscuridad seguía ahí.
Parecía eterna, como si además de llevarse del mundo las imágenes, se hubiera llevado el tiempo, el espacio, la realidad... Pasaron horas, o minutos, no lo sé, y entonces…
--aquí estoy.
La voz era clara, y dentro de la oscuridad que me poseía, resonaba con un eco eterno.
--aquí estoy.
Repitió la misma voz, con el mismo tono tranquilo, que me contagiaba algo de aquella calma.
--aquí, aquí estoy. Calma.
Y el suelo regresó bajo mis pies. Usando aquella voz pacificadora como ancla, me fui acercando nuevamente a la realidad.
--aquí.
Como una descarga eléctrica sorpresa, sentí el ligero roce de algo contra mí, me encogí instintivamente frente al contacto, mientras sentía como el miedo volvía a mí.
--soy yo. Aquí.
Y el roce regresó, por más tiempo, deteniéndose ligeramente al hacer contacto con mi piel, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Pero el miedo dejó de crecer.
El tímido contacto se convirtió lentamente en la palma completa de una mano, apoyándose suavemente en mi hombro.
La pared de la habitación volvió a estar contra mi espalda. Y esta oscuridad de pronto no parecía tan densa e impenetrable.
--Aquí estoy.
La mano sobre mi hombro comenzó a moverse lentamente a lo largo de mi brazo, el contacto físico taladrando mi recientemente adquirida sensibilidad. Los cabellos de la nuca se me erizaron, todo mi cuerpo parecía temblar más y estar más tenso, pero mi mente... en mi mente las sombras se disipaban, como si esas caricias fueran limpiando toda la locura, todo el pánico. Esa mano acariciando mi brazo lentamente era una señal, una señal de que el mundo no había desaparecido, una señal de que seguía vivo, una señal... una señal de esperanza.
Cuando otra mano tomó mi hombro opuesto de la misma forma segura y tranquila, algo dentro de mí se quebró.
Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba llorando. Podía sentir las lágrimas corriendo por mi rostro ya húmedo, podía sentir las finas vetas de la madera bajo mis pies...
Sentir. Era casi como si fuera real.
Mi frente se encontró pronto con un material suave, mi nariz, apoyada en el mismo material, detectaba un ligero olor desconocido para mí. Y la voz seguía ahí. Y las manos seguían ahí.
Entendí entonces que había dejado caer mi cabeza, que ahora estaba apoyada en el hombro del dueño de los brazos que me rodeaban, y probablemente de la voz que cual bastón de Moisés, abría una brecha en la impenetrable oscuridad. Oscuridad... también seguía ahí. Mis ojos ahora cerrados seguían dejando escapar las lágrimas que no cabían dentro de mi angustia. Este mundo no era real, éste no era el mundo que conocía. Aquí las tinieblas reinaban, los colores estaban extintos hasta de mi imaginación y el dolor de la pérdida razgaba mi alma interminablemente.
Este mundo no era real... pero, ¿alguna vez lo habría sido?
El repentino pensamiento detuvo mis temblores por completo. Mi cuerpo se volvió pesado como el mármol, y se hubiera derrumbado como la estatua de una ciudad invadida de no ser por el firme cuerpo que me envolvía con sus brazos. ¿Es que acaso no era una idea descabellada e impactante?¿Qué tan reales habían sido esos colores que añoro de esta forma?
Pero nada de esto importaba ahora, pues no los volvería a ver ningún día pronto, si mis aterradoras sospechas resultaban ciertas. Yo sabía que lo eran. Y entonces, me di cuenta que aquellos firmes brazos que me seguían sosteniendo no tenían color o forma que pudiera apreciar. Era yo abrazado por la mismísima oscuridad a la que tanto temía.
Y así volví a perder la consciencia en los brazos de la oscuridad.
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Acordamos publicar todo lo que hemos llevado al taller, así que aquí va. Me temo que no he podido corregir lo que me mencionaron, lo publico tal como estaba cuando lo leí la primera vez.

1 comentario:

  1. me agrada este cuento. el amor por lo abstracto que se nota en todos sus cuentos aqui funciona a favor. a lo mejor crear un poco de trama lo haria mas solido, pero al final del dia no es eso de lo que se trata este cuento.
    una dosis de oscuridad, un exploramiento para demostrar que algunos, aunque sumidos en ella, pueden ver algo al admitir que lo estan.

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Expectadores de la ejeución.