Lupus Ignis, la Kunderista ahorcada
Dedicado, con cierto aprecio masoquista, a la Horca.
Todo aquí está vacío.
Mis pasos antes apresurados se han ido alentando y arrastrando cada vez más con el tiempo. De mi voz resuena el eco, y regresan a mis oídos voces confundidas, irrelevantes, necias. Toda pregunta que formulo pareciera retórica.
Aquí estoy, loco de oficio, hablándole a las paredes.
Monólogo de monotonía.
Murmullos me contestan, pero nunca con las respuestas a mis preguntas.
Luchador contra molinos de viento.
Burdos, estáticos, inamovibles; vacíos.
Miro el infinito nulo que debo llenar. Busco cansadamente un par de ojos. Ojos brillantes, desbordantes, ojos que comprendan.
Es como buscar pasto en el desierto.
Hoyos negros en lugar de córneas. Oscuridad en la que caen mis palabras, sin jamás tocar el fondo.
A veces un destello, una mirada rápida, un gesto de atención.
He aprendido a impulsarme en esos momentos. Devorarlos ávidamente. Aprovechar mientras duren.
Instantes en que el silencio no es tan pesado, ni la oscuridad tan impenetrable.
Instantes que me hacen dar un paso más.
Aquí estoy, masoquista de oficio, rodeado de niebla infinita.